Por Manuel Gutiérrez.
Sería por las películas de Tony Aguilar, pero la cinematografía mexicana nos vendió un héroe que fue glorificado por su genio militar en su autodidacta empleo de grandes oleadas de caballería, pero si bien era sensiblero hasta el llanto, no pueden omitirse acciones crueles, de crímenes contra la humanidad como se dice ahora, cometidos contra el propio pueblo mexicano.
Pancho Villa, inició su revolución con unos cuantos jinetes, un kilo de sal y pocas armas. Pero al otro lado de la frontera, encontró dinero, municiones, armas, uniformes nuevos, incluso artillería que hicieron necesario que dependiera del militar de carrera Felipe Angeles, para su debido aprovechamiento, con las ametralladoras pesadas.
Muchos autores conjeturan que Pancho Villa quedo entre el ángel (Felipe Angeles) un culto militar, idealista, revolucionario, recto y afín a la legalidad, y por otra parte un ferrocarrilero descarrilado de su trabajo que encontró en matar su vocación absoluta: Rodolfo Fierro, su diablo.
La verdad, influyeron en momentos, pero así como Villa amaba los helados de vainilla, las bodas de las que caso 50 veces, sumados a los raptos innumerables saldo de su ocupación victoriosa, a la par que dantescas escenas de muerte, por ejecuciones sumarias tan abundantes que llegaban a necesitar ideas ingeniosas como ponerlos en línea para que bala matara a varios, para sus fines de fusilar enemigos, sospechosos o simplemente gente civil que no pudo salir del lugar equivocado.
Sencillamente los nuevos autores de investigaciones históricas le acreditan la muerte de 50 soldaderas de Carranza, fusiladas y la que lo impugnó la despachó con su pistola personal.
La idea de Villa luego de una visita a Chihuahua, en que visite una de sus presuntas tumbas en un jardín, ya vacía porque lo llevaron a México advertido que la cabeza había desaparecido, era un centauro colosal prevalecía, pero el contacto con gente de esa región hizo ver que el León, era capaz de devorar lo que le pusieran por enfrente, incluso a los suyos.
Para los zacatecanos del siglo pasado, la gente grande de edad, Villa era causante de la destrucción y violencia incomparable que fue secuela de la toma de Zacatecas, una de sus laureadas victorias. Pero la gente se quejó que acabó con todo atisbo de comercio, industria, empleo, en la capital del estado, así como ganadería y agro, que hubiera en Zacatecas.
Todavía en la era de Díaz Ordaz, en giras por Zacatecas doctos oradores le corregían el panegírico de loas a Villa, al presidente y vaya que Díaz Ordaz era duro, y ante los hechos, acababa por aceptar y guardar prudente silencio.
De hecho el ideólogo Emilio Uranga, encontró la solución al reclamo: “La revolución tiene una deuda con Zacatecas”proclamaron, a la par que dinero y obra pública para ese estado a cada visita, desde López Mateos a Echeverría.
Si, Villa fue un genio militar. Después de las 4 batallas de Celaya en que Obregón lo destrozó comenzó una guerra de guerrillas digna de ser estudiada y que en las narraciones de Nelly Campobello, resultan increíbles.
Por ejemplo algo de esas narraciones del guerrillero, notextual sino memorable: “Amigo vengo a convocarte a una lucha sagrada” dijo el general a la puerta de una humilde morada de un apartado rancho en un rancho que había pasado sus mejores días, seco y famélico.
“No puedo mi general- dijo el campesino que había sido Dorado- tengo que cuidar a mi hijo enfermo”.
Villa, frío e impasible sacó la 45 y el revolver accionó la muerte. El hijo motivo de la preocupación de su exsoldado, acabó por pasar a mejor vida. Así liberado de obligación Pancho Villa reiteró:
“Ahora sí, nadie y nada impide que te vengas conmigo”. Ficción, tal vez no, voces de leyendas populares increíbles. Por ejemplo en la abundante biobliografía de Villa, incluso con la Paco Taibo, cuando se dedicaba a mejores cosas, su Villa encierra para los lectores de Capa y Espada, una historia desconocida digna de película, como de hecho fueron sus hazañas de Paredón, Torreón y Zacatecas, realizadas como un set de cine, a la hora de la mejor luz.
Ya derrotado, aniquilada la caballería, rematado en León lo que quedaba de las fuerzas villistas, el general mandó llamar a Rodolfo Fierro, le otorgó una brigada de caballería: “Fierrito, quiero que vayas lo más lejos que puedas, lo más cerca de México, los pelones ( Obregonistas) están ocupado aquí no vas a encontrar resistencia, pégales duro, en la retaguardia, que sepan que Villa es su padre” palabras más, palabras menos, eso originó una cabalgata infernal que llevó a la destrucción de pueblos del Bajío, de Hidalgo, del Estado de México, agotando cartuchos, saqueando, incendiando a todo galope. Un golpe magistral que sembró miedo porque creían que el mismo Villa estaba en todas partes, pocas bajas mucho terror, se detuvo hasta Lechería.
Exhaustos, sin municiones, Fierro se replegó a seguir en la guerrilla infernal que encabezaba Villa y asoló Durango y tomó Chihuahua de nueva cuenta, desocupándola por falta de municiones. Huir, galopar, atacar, cruzar desiertos de manera febril, eso fue.
Fierro terminó en su caudal de sangre, en un trágico cruce de una laguna cerca de Cuatro Cienégas, Coahuila en que su caballo se atascó por el peso de la víbora de oro que llevaba, las municiones u las alforjas llenas al cruzar en forma temeraria un lago pantanoso sin chiste, pero bastante ancho.
Sin mucho ánimo los jinetes acompañantes lanzaron lazos para rescatarlo, pero fue inútil. Le informaron a Villa, Fierro murió ahogado….y pregunto: “¿De borracho?”- Le respondieron- fue en agua, en una presa. Guardó silencio, era uno de sus fieles.
Aunque Villa tuvo muchos entre sus compadres, aunque aalgunos los termino ejecutando, como Tomás Urbina, siendo muy cercanos. La historia de la División del Norte, desarrolla orígenes y desencuentros.
La División del Norte, es digna de estudiarse porque los grupos de Durango, Chihuahua, Coahuila, que se sumaron representaban indígenas, oficios de vaqueros, de arrieros, de carniceros. Incluso de mineros. De esa masa surgió un ejército de caballería formidable.
La guerra les dio fortuna, grandes ranchos, y en muchos casos impunidad, incluso una carrera política, luego del “perdón” de Villa, recluido en Canutillo, pero siempre vigilado por los políticos del Centro, como Obregón y Plutarco E. Calles que preparó la operación de emboscada
Un mes de acechanza, esperaron para acribillar el Dodge Brothers, en las calles de Parral, encabezando el grupo el Diputado Jesús Salas Barraza, que cobró agravios de muchos tipos para los comerciantes y ricos de Camargo y Parral y órdenes e impunidad de “arriba”.
Asi cerró un perdón de dientes para afuera al general que concedió una entrevista a la revista Impacto de Regino Hernández Llergo, ya extinta, pero influyente en muchas décadas, en que dijo estar dispuesto a defender las causas del pueblo, agraviado en ese entonces por la persecución religiosa, y los abusos del poder.
Villa fue autor de innumerables crímenes, sujeto a su temperamento. Si, un genial militar y un rústico pero efectivo usuario de los medios, logró salir de la cárcel constitucional para convertirse en el mayor problema de Venustiano Carranza, ambos se habían sentenciado y la historia fue que Lucio Blanco salvara el pellejo de Obregón, cuando cayó en manos de Villa. Ese perdón le acabó costando caro.
Villa admiraba a Angeles, pero era feroz. Por encima de los en ratos de calma, le hubiera gustado ser del estilo de Angeles, a quién su amistad lo condenó, pero en las batallas del centro ya no lo escucho y los derrotaron, Angeles fue sentenciado a muerte en juicio sumario, por Carranza que puso un teatro de corifeos a condenar al puro general, una de las pocas figuras sin deudas de sangre, que como Luis Cabrera, Antonio Díaz Soto y Gama, se distinguieron porpasar el pantano sin mancharse, porque son escasos los que no se mancharon de sangre. Villa dejó de ser útil a los Estados Unidos, así que no pudo levantar una división, sino un grupo de leales fanáticos.
La verdad pocos héroes decentes, tiene la revolución mexicana. Y casi tuvo que pasar un siglo para que un gobierno aceptara colocar como héroe del año, a Francisco Villa, si bien le dieron una esquina del monumento a la revolución, en 1976, frente a sus rivales odiados como Venustiano y Obregón, en el adefesio de la revolución.
Esperaron un siglo para exaltar a Pancho Villa, que al igual que el Padre de la Patria oficial, al cura anarquista de Dolores, Hidalgo, autor de grandes matanzas en Guadalajara y Guanajuato, lo que motivara que incluso Allende, asqueado lo quisiera eliminar. Para muchos el consumador de la insurgencia Agustín de Iturbide, se le debe ese honor.
Elegir héroes honorables no es fácil, porque hay muy pocos y a veces están en los bandos no oficiales, a lo largo de todas nuestras confrontaciones, desde nuestro turbulento inicio.
Pero arriesgarse con Villa fue porque creen que los sabían ya no están, que no transmitieron sus agravios. Así un gobierno populista descuidado y ligero en buscar símbolos, propuso al general Villa, cuyo concurso militar es indudable, pero su cauda de sangre y latrocinios, no lo hacen la figura que debe guiar el futuro de la nación.
Con todo y Tony Aguilar, que oferta un Villa, manso preocupado por construir escuelas, conseguir compadres, olvidar agravios, enamorar más mujeres por cierto era abstemio.
Desconfiado para evitar emboscadas mientras dormía, no supo interpretar en que momento había encendido las alarmas del sistema, sobre el temor de que cabalgara de nuevo, murió con su fiel secretario y sus escoltas.
Se presume que alcanzó a tumbar uno de los asesinos, con un disparo inesperado, tal vez acto reflejo, el carro acribillado se puede ver en Chihuahua.
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