Por Manuel Gutiérrez.
Me decepcionó ya hace tiempo ver el nicho en la Catedral de México que guarda los restos del primer emperador Agustín de Iturbide, el mexicano que consumó la independencia por su olvido, como una reliquia polvorienta. Pero lo que no supe fue que Manuel Mier y Terán, un militar dignísimo, hubiera realizado una muerte por honor del Emperador 8 años después y finalmente fuera colocado en la misma tumba junto a los restos de Don Agustín.
Una pobre inscripción te insta a recordar y llorar el recuerdo de Iturbide para el viajero. ¿Pero quién era Manuel Mier y Terán? Un criollo nacido en Tepeji, Puebla, que tuvo excelente educación, formado en el Colegio de Mineria, ingeniero, matemático, y de un honor del tipo del Cid Campeador.
Primero se unió a Hidalgo, y su caótica revolución populista, para su fortuna pasó en 1812 con las fuerzas de Morelos, a ser jefe de artillería de Mariano Matamoros. Fue uno de los artífices con el genial Morelos de la toma de Oaxaca. Tras la desaparición de Morelos, se hizo cargo de conservar el Congreso de Apatzingán, que tan caro resultó al Padre Morelos que se desgastó y se inmovilizó militarmente por ese órgano.
Finalmente Mier y Terán lo disolvió, pero continuó en las armas operando en parte de Puebla yOaxaca. En 1817 al defender Tehuacán, tuvo que admitir la rendición, por lo que le perdonaron la vida de sus hombres y de él.
Iturbide, fue una espada refulgente y cruel en la lucha contra la insurgencia. Pero a la vez, comenzó a meditar la tragedia de Nueva España y buscar una solución a una década de guerra, en que solamente quedaba el bastión cercano de Acapulco, vino el encuentro con Vicente Guerrero, en Acatempan, para dar paso al plan de las tres garantías, Libertad, Religión y Unión de todos los mexicanos. Manuel Mier indultado, comenzó así su relación con Iturbide, al conoció en su grandeza como militar, como estadista y como gente de bien.
Le recomendó tomar solamente una “regencia” no ser emperador y lo peor, serlo en forma constitucional, sujeto a un Congreso, en ese momento tan convulso de México. Es decir era un gerente del Congreso, aunque fuera coronado, no tenía el poder absoluto, nunca lo tuvo.
El 27 de Septiembre de 1821 se consumó la independencia, con el ingreso de las tropas de Iturbide y los insurgentes de Guerrero, el día más feliz de México. Después el Congreso nombró emperador a Iturbide, una vez que las casas europeas se negaron a asumir el cargo.
Pero Iturbide que fuera decidido, audaz y valeroso en la batalla, no pudo enfrentar los ataques de las Logias Masónicas, de los Ritos Escocés y Yorkino, que contaron con el auxilio del clérigo Servando Teresa de Mier, de una vida turbulenta y frecuente en el México de entonces.
El nuevo imperio fue una burbuja. Manuel Mier, se sumó al nuevo congreso en 1822. Sin recursos, sin dinero, con un ejército sin paga, una patria enorme desde California y Texas hasta Colombia, era un sueño imperial. Iturbide no pudo salir adelante con su gobierno sin recursos y tras batallar con el congreso, lo disolvió.
Este respondió negando su rango, e Iturbide se refugió en Europa, en donde se percató de planes reales de España, e Inglaterra de reconquista de México.
La proscripción del emperador comenzó por declararse acto nulo su rango, se acompañó de condena de muerte aplicable en forma sumaria en cuanto apareciera en México. De la alabanza a las balas, de manera inmediata.
Este regresó a Tamaulipas, con la idea de sumarse a las fuerzas nacionales en el caso de la pretendida invasión y fue rápidamente aprendido y fusilado. No consultaron con México siquiera.
Guadalupe Victoria, por apoyo escocés pasó a ser presidente de la república, pero enfrentó los mismos problemas del primer imperio, falta de dinero, desunión, la gran conspiración de la masonería que lanzó por los escoceses españoles, un plan para derrocarlo con su líder Nicolás Bravo, el insurgente al frente.
Guadalupe, renombrado así por su guadalupanismo logró de suerte terminar su período. Esto llevo a los yorkinos al poder, con el lado a, con Vicente Guerrero, asesorado por Lorenzo de Zavala, federalista y masón en tanto que el lado b, fue con Manuel Pedraza, moderado pero yorkino.
En ese lapso, con Victoria, Manuel Mier y Terán desempeño el ministerio de Guerra. Culto, fue director de la escuela de artillería, intentó retener a Texas en el lado mexicano, levantando planos cartográficos, inventariando ese estado, no pudo impedir la influencia de los Estados Unidos, no pudo hacer nada. Vicente Guerrero, derrocó a Pedraza, llegó a la presidencia en 1829 por nueve meses.
Fue otro fracaso de gobierno, sin recursos. Guerrero intento otra insurgencia, contra el gobierno ante el golpe de Anastasio Bustamante, pero terminó traicionado ( Filisola-Picaluga) y fusilado en Oaxaca. Su sino como presidente republicano fue muy similar al del primer emperador en esa época no se tomaban la molestia de ver tus antecedentes históricos, la mejor vía de eliminar era el fusilamiento.
Manuel Mier y Terán, culminó sus estudios sobre Texas. En 1829 decidió empuñar la espada contra el intento de reconquista de España y tomó Tampico, en peligro pero Antonio López de Santa Anna, manejó los medios -desde entonces- y se adjudicó el éxito de la campaña robando la gloria a Manuel.
Bolivar ofreció textos trágicos y aleccionadores de la caída del imperio y del primer presidente republicano. Su reflexión acusa al nuevo fenómeno Santa Anna, un tipo ignominioso que tuvo que ver con la muerte de los próceres.
Bolivar dice: “No hay buena fe en América, no entre las naciones. Los tratados son papeles, las constituciones libros, las elecciones combates, la libertad anarquía, la vida un tormento”.
Mier consideraba a Vicente Guerrero, mínimo “Benemérito de la Independencia” no merecía las balas. Tampoco Iturbide. Ambos compartieron el sino de la injusticia.
Fue candidato a la presidencia, por el bando federalista en 1832 pero Santa Anna como opositor lo derrotó valiéndose de medios turbios electorales como era su costumbre. Texas se había perdido. México era un caos. Mier y Terán vió que la Patria pagaba con balas. “los cortesanos impiden que llegue la más leve luz al presidente” y se deprimió, sus detractores difamaban su rendición en Tehuacán.
Decepcionado de la falta de honor de los hombres de armas, de las revueltas en México, peregrinó tras las huellas de Iturbide en Tamaulipas, en sus últimos momentos. En el mismo lugar en que cayó Agustín, comprendido cabalmente en toda su grandeza por Mier y Terán, con su uniforme de gala, se lanzó sobre su espada que sostuvo uno de sus compañeros, el 3 de julio de 1832 y fue sepultado en la misma tumba, en que descansaba el emperador, en medio de la nada, en la época, Padilla, Tamaulipas era un punto olvidado de la civilización.
Posteriormente, este ingeniero militar, creador de hazañas bélicas y de ingeniería, cómo un camino en pantano en 10 días, grandemente admirado por Morelos, el hombre amigo de Lucas Alamán, con quien se preocupó por Texas: “Ese departamento se americaniza” le dijo.
Alamán, el genio conservador, fue su amigo, pero el Doctor José María Luis Mora, lo afianzó como liberal, con ideas constructivas, y que lo asesoró en su campaña presidencial, fue derrotado cuando tenía 12 de 19 estados a su favor. Santa Anna, fue preferido por los yorkinos, (luego los traicionó) por el pueblo bueno y sabio al que engatuso con sus promesas, robó el crédito militar de Mier y se colocó en el favor de los mexicanos que conocían sus eventuales aventuras como lances de pillajes.
El presidente Anastasio Bustamante, realizó un acto de justicia para Iturbide por su orden, fue colocado en la urna de la Catedral de México con honores militares. El presidente Bustamante decidió que su corazón quedará en la urna con Iturbide, a su muerte, en un cofre de plata en 1853. Bustamante fue su gran admirador de Iturbide. Aún sigue la asignatura pendiente la reivindicación del Consumador, y el reconocimiento para Mier y Terán.
Es un héroe olvidado, como insurgente, servidor del Congreso, sustento de la consumación, por la continuidad que dio a la lucha, indultado, regresó como trigarante, vivió el primer imperio como parte del Congreso constituyente, pero volvió a servir con Guadalupe Victoria. Fue republicano, luego federalista, fue liberal muy respetado, pero sobre todo era un hombre de honor, la antípoda de Antonio López de Santa Anna.
El reivindicar al que en cierto momento de la Patria, fue llamado emperador sol, luminoso, instrumento divino, el consumador de la independencia, atrajo su desgracia para su memoria que esa condena de las Logias lo desacreditó políticamente a Iturbide acto previo a su sacrificio y al ser solidario póstumo, Manuel Mier ya no figuró como debiera en la historia de bronce, por prejuicios.
Dio a su muerte, con 39 años de edad, el simbolismo de un desagravio nacional que merecido lo tiene Iturbide; Guerrero compartió también una injusta muerte. Un emperador constitucional que auguró su desgracia con su coronación, y a la vez, un republicano, que era simplemente era un campesino, Guerrero el otro consumador de la independencia, ambos sellaron el acto con su sangre, haber dado el gran paso de la unión. Guerrero, de casta mestiza afroamericana, pasó a dar su nombre al estado suroccidental.
Ningún historiador lo duda. “Siglo de Caudillos” de Enrique Krauze, me reveló el asunto de Mier y Terán. Que analogía con la cultura de guerra japonesa o de la vieja Castilla, en que la espada se sostenía en el honor, un caballero de capa y espada, por encima de riquezas y nombramientos, lealtades y servir a la Patria, con muerte por honor, reconocida por el historiador Carlos María Bustamante, al lamentar su muerte declaró sobre Manuel Mier: “Era la esperanza de la nación” pero padeció el revés de la fortuna.
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